Los focos incandescentes
Baratos, efectivos y fáciles de usar, los focos incandescentes han demostrado un abrumador éxito a lo largo de las décadas, siendo el método aún más popular para llevar la luz al interior y prolongar el día después de la puesta del sol.
Se denomina incandescencia a la emisión de luz que se produce por acción del calor. De este modo, los cuerpos incandescentes se calientan hasta que emiten una radiación electromagnética en el espectro visible.
Hay varios tipos de incandescencia: la primera es por combustión de alguna sustancia sólida como una antorcha de madera, o sustancia líquida como en una lámpara de aceite o gas. Otro tipo de incandescencia se logra justamente pasando una corriente eléctrica a través de un hilo conductor muy delgado, como ocurre en los focos comunes y corrientes.
Por tanto, una lámpara incandescente es un dispositivo que, a través del calentamiento de un filamento de metal, genera luz. Estas lámparas, también conocidas como bombillas incandescentes, aprovechan el llamado efecto Joule para calentar un filamento de wolframio gracias a la corriente eléctrica y ponerlo al rojo blanco: es decir, de una tonalidad blanquecina, como ya dijimos, debido a la alta temperatura.
Los focos tienen una estructura muy simple: en la base hay dos contactos metálicos, que se conectan a los extremos de un circuito eléctrico. Los contactos metálicos están unidos a dos alambres rígidos, que a su vez se unen a un filamento metálico delgado. El filamento se encuentra en el centro de la bombilla, sostenido por un soporte de vidrio. Los alambres y el filamento están alojados en una bombilla de vidrio, libre de oxígeno para evitar la combustión o llena de un gas inerte, como el argón.
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