Buenas Prácticas en el Uso del Mortero
En el mundo de la construcción hay materiales que, aunque parecen sencillos, son en realidad el alma de cualquier proyecto.
Uno de ellos es el mortero, ese compuesto que no suele presumirse en las fotografías de las grandes obras, pero que sostiene muros, reviste superficies y garantiza que los acabados perduren con seguridad y firmeza. Sin mortero no hay unión, y sin unión no hay construcción confiable.
En México, el mortero es uno de los productos de mayor consumo en la industria y en la obra doméstica.
Ferreteros, albañiles y constructores lo conocen de primera mano, pero no siempre se aplican buenas prácticas al momento de seleccionarlo, prepararlo y usarlo.
Esa brecha entre lo que el producto puede ofrecer y lo que realmente se logra con él abre la oportunidad de insistir en un consumo responsable y bien informado, donde la experiencia de las marcas y la capacitación de los profesionales hacen toda la diferencia.
EL CORAZÓN INVISIBLE DE LA CONSTRUCCIÓN
El mortero acompaña a la humanidad desde hace miles de años. Civilizaciones como la egipcia o la romana ya lo empleaban para levantar templos, acueductos y caminos que aún hoy se mantienen en pie.
En la obra moderna su función es la misma: unir, sellar y proteger.
Sin embargo, la diferencia está en que hoy contamos con tecnologías y formulaciones más especializadas que permiten adaptarse a cada necesidad. Comprender que el mortero es mucho más que “cemento con arena y agua” es el primer paso para darle su justo valor.
Su correcta selección y aplicación determinan la seguridad estructural, el acabado estético y la durabilidad de cualquier construcción, desde una remodelación sencilla en casa hasta el levantamiento de un edificio. La buena práctica aquí consiste en elegir el mortero adecuado para cada aplicación. No se trata de usar siempre el mismo, sino de conocer las opciones que ofrecen los fabricantes y confi ar en sus especificaciones técnicas.
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