Pequeñas Fugas, Grandes Pérdidas
El robo hormiga amenaza la rentabilidad ferretera. Con controles internos y una cultura de compromiso, es posible reducirlo sin generar desconfianza.
En el mundo ferretero, la rentabilidad no solo depende de cuánto se vende, sino también de cuánto se conserva. Entre los factores que erosionan las utilidades de manera silenciosa, el robo hormiga ocupa un lugar preocupante. Este fenómeno, caracterizado por la sustracción de pequeñas cantidades de producto de forma continua, suele ser difícil de detectar y, en muchos casos, proviene del propio equipo de trabajo.
Con el tiempo puede provocar pérdidas significativas que comprometan la estabilidad del negocio.
Prevenirlo requiere un enfoque equilibrado: firme en el control, pero cuidadoso en no generar un ambiente de desconfianza. Un punto de partida efectivo es establecer un sistema de inventarios frecuentes que permita identificar discrepancias a tiempo. La vigilancia discreta, mediante cámaras ubicadas en zonas estratégicas, complementa esta tarea sin convertirse en una presencia invasiva. Del mismo modo, definir zonas de acceso restringido a mercancía de alto valor ayuda a limitar oportunidades para que ocurra el robo.
El apoyo de la tecnología puede marcar una gran diferencia. Sistemas de seguimiento con códigos de barras o software especializado permiten registrar cada movimiento de mercancía y detectar patrones inusuales antes de que se transformen en pérdidas graves.
El robo hormiga es un problema que no se resuelve únicamente con candados y cámaras.
La solución más efectiva combina vigilancia inteligente con una cultura de responsabilidad compartida. Una ferretería que protege su inventario mientras cultiva la confianza interna no solo reduce pérdidas, sino que fortalece su rentabilidad y consolida un equipo comprometido con el cuidado del patrimonio común.
En este equilibrio entre control y motivación se encuentra la defensa más sólida contra esas pequeñas fugas que, de no atenderse, pueden vaciar lentamente cualquier negocio.