Los clavos

Publicado en: Notas | 23 octubre, 2017

Uno de los objetos más sencillos y cotidianos en nuestra vida es, sin lugar a dudas, el siempre útil clavo; uno de los productos indispensables en toda ferretería. Se vende por kilo o por pieza, los hay muy sencillos y baratos, pero también de gran dureza y con mayor resistencia a la corrosión, sus diseños se ajustan a muy diversas especialidades en el trabajo técnico.clavo

Seleccionar el elemento de fijación correcto, permitirá asegurarse de hacer siempre trabajos de alta calidad y duraderos. Utilizar el clavo equivocado para un trabajo, puede dañar la madera o superficie en donde se aplica, además de resultar en un menor poder de agarre. El clavo, como elemento de fijación, es un objeto delgado y alargado, con punta filosa hecho de un material duro, generalmente metálico, utilizado precisamente para sujetar dos o más objetos.  Hay diferentes tipos de cabezas dependiendo del clavo, los hay de cabezas planas y cabezas redondeadas, los diferentes vástagos de los clavos, están diseñados para tener un mejor poder de sujeción en ciertos tipos de materiales; mientras que las cabezas son diseñadas, no sólo para tener un mejor poder de sujeción, sino para que sean fáciles de ocultar y lograr un acabado más estético. Los clavos se clasifican de acuerdo a su uso, diámetro, acabado y longitud; el tamaño de la cabeza es un factor a ser considerado, pues, dependiendo del empleo del clavo; una cabeza chica o grande, puede ser favorable o no.

El material con el que un clavo ha sido fabricado puede tener características muy distintas y brindar otro tipo de prestaciones, al de otro tipo de clavo más común; las cuales incluyen la dureza del mismo y su resistencia a la corrosión. Normalmente se fabrican de acero al carbón, pero también hay clavos de diferentes materiales y acabados, como aluminio, latón, hierro o cobre, entre otros. Generalmente, los clavos tienen una punta afilada en un extremo y una cabeza aplanada en el otro, pero los clavos sin cabeza están  disponibles. Los clavos se hacen en una gran variedad de formas para fines especializados. El más común es un clavo de alambre, otros tipos de clavos, más sencillos, son las tachuelas.

Normalmente, los clavos se introducen en la pieza de trabajo mediante un martillo, una pistola neumática de clavos o una pequeña carga explosiva o imprimación. Un clavo mantiene los materiales juntos por fricción en la dirección axial, y resistencia al corte lateralmente. La puntilla del clavo también es a veces doblada, o asegurada cuando cruza las dos piezas y sobresale en la parte final.

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Partes del clavo

 Todos los clavos tienen cabeza, vástago y punta, cada una de estas partes en diferentes estilos. Las  diferencias en estas tres secciones, permiten seleccionar el tipo de clavo más apropiado para un determinado trabajo. Cabezas: los clavos con cabezas planas son los más comunes, pues ofrecen una superficie sólida de impacto y un fuerte poder de sujeción. Las cabezas planas a cuadros evitan que la cabeza del martillo se deslice al golpearlas y son comunes en aplicaciones de marcos. Las cabezas avellanadas tienen forma cónica, lo que les permite penetrar la superficie del material para luego ocultarlas y lograr un acabado liso. Las cabezas recortadas son muy pequeñas, por lo que son fáciles de ocultar en trabajos tales como cortes interiores y fabricación de gabinetes. Vástagos: su grosor se determina con un calibrador; mientras menor es  el número, más grueso el vástago. Los vástagos lisos son los más comunes y versátiles para el uso diario.

Los vástagos con púas y de rosca tienen más poder de sujeción y están diseñados para maderas duras u otros materiales densos. Los clavos anillados hacen lo mismo, pero están diseñados para materiales suaves o de densidad media (como el contrapiso). Los vástagos estriados generalmente son exclusivos de los clavos de mampostería y tienen un fuerte poder de fijación al tiempo que evitan las grietas en la mampostería.

Puntas: las puntas en diamante son las más comunes y adecuadas para el uso general. Las puntas en diamante largo son más afiladas y están diseñadas para clavar con facilidad en materiales más duros. Las  puntas romas reducen las posibilidades de partir los materiales  a perforar, pero son más difíciles de clavar.

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