La importancia de llamarse fábrica
Como es bien sabido, las economías más grandes del mundo son los Estados Unidos de América, China, Japón, Alemania, Francia y Reino Unido.
El mundo que experimentamos, el que percibimos con los sentidos como seres humanos, es un mundo material. De ahí que a partir de las materias primas, extraídas de la naturaleza y transformadas en productos, gracias a la ciencia y la tecnología; las sociedades acceden a miles de productos que hoy, por el estilo de vida desarrollado, nos guste o no, son esenciales. La capacidad productiva de estas economías es tan notable, que basta con voltear a nuestro alrededor y seguramente la mayoría de productos de alta tecnología que utilizamos, son de marcas y empresas, cuyo origen o sede principal, se encuentra en estos países.
La importancia de una planta productiva, no sólo está en lo que suceda dentro de las fábricas, ya que la verdadera fortaleza de la economía de una nación y, por ende, el bienestar de su sociedad; dependerá en gran medida de su capacidad productiva. Y para ser muy claros: la capacidad de producir mercancías depende del número de fábricas, de su equipamiento: tecnología, maquinaria y herramientas; de su eficiencia de procesos y de la disponibilidad de personal técnico calificado para desarrollarlos. Producir mercancías, agropecuarias o manufacturadas, es la garantía de abastecer las necesidades de nuestra sociedad, primero como mercado interno y en seguida, la posibilidad de vender a terceros países, productos con valor agregado, como lo hacen las potencias económicas. La planta productiva, eficiente y responsable; genera empleos, riqueza, conocimiento, especialización, seguridad nacional, respeto y orgullo.
