Historia de la plomería, higiene en ingenio

Publicado en: Notas | 4 octubre, 2018

La relación de la especie humana con el agua es profunda y antigua, no sólo porque nuestro organismo lo necesita como parte de sus procesos orgánicos; sino también porque nos ayuda a mantenernos limpios y saludables.

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Este ritual de limpieza se realiza en el baño, donde además de ducharnos cotidianamente, quitando de nuestro cuerpo suciedad y malos olores, también evacuamos nuestros desechos, arrojándolos al abismo del olvido a través del inodoro. Igualmente la cocina hace un uso constante de agua y genera sus propios desperdicios. En la actualidad, las casas y edificios de nuestras ciudades cuentan con sistemas de agua y drenaje que a un mismo tiempo nos proveen de un flujo corriente y constante de este líquido y nos permiten deshacernos de aguas negras y desechos para con ello, garantizar la salud y bienestar de quienes habitan estos inmuebles. Existe un héroe anónimo en esta misión: el plomero o fontanero, quien es el profesional encargado de instalar y mantener las redes de tuberías para el abastecimiento de agua potable y el drenaje de aguas residuales, entre muchas otras acciones. Es por ello que en “Todo Ferretería” quisimos hacer un breve homenaje a todos aquellos que han decidido dedicar su vida y su energía a este oficio con mil funciones, alternativas y con una larga historia y un protagonismo más que importante en la evolución de las civilizaciones humanas.

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Además de la instalación y mantenimiento de sistemas de agua y drenaje como ya dijimos, el trabajo del plomero involucra muchas otras labores: desde instalaciones de gas, colocación de calentadores, estufas, mecanismos de desalojo y evacuación de humos, sistemas de aire acondicionado y calefacción radiante, reparación y montaje de accesorios y muebles de baño, hasta instalaciones de flujos; el trabajo de estos personajes garantiza la optimización constante de los inmuebles y la cobertura íntegra de todo lo necesario para impulsar uno de los elementos más importantes de nuestro día a día: la calidad de vida… en todos los aspectos.

La fuente de bienestar
El nombre de “plomería”, utilizado en México y algunos países de Latinoamérica, proviene de la antigua práctica de usar el plomo en las conducciones y tuberías, mientras que “fontanería” deriva de “fontana”, palabra de raíz latina sinónimo de “fuente”. En cualquier caso, la plomería ha evolucionado con la creación y aplicación de nuevos materiales, más funcionales, prácticos y seguros, tanto para los sistemas de agua como de drenaje y otros terrenos de la infraestructura habitacional, constructiva y pública.

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Luego de 8000 años desde su implementación, desde aquellos primeros canales creados con barro y paja hasta nuestros días, y con el uso de modernos sistemas de tuberías de cobre, PVC o polipropileno, el principio básico de la plomería sigue siendo exactamente el mismo: el agua limpia y potable se lleva a las casas por presión, el líquido se utiliza para distintos fines en los hogares y sale de los mismos a través del drenaje, con ayuda de la gravedad. Gas, calor, energía, ambientación y habitabilidad funcional son sin duda también partes importantes de la labor del plomero en todo el planeta. A pesar de su simplicidad, nos ha tomado siglos y un largo aprendizaje dominar estos sistemas para ponerlos al servicio de nuestras sociedades y familias.

Todas las civilizaciones tienen entrañas
En este contexto, permítanme contarles una historia que muestra la trascendencia, permanencia e importancia del trabajo de los plomeros en nuestra evolución.

La historia prehispánica de México y sus poderosas y milenarias culturas se miden antropológicamente en tres etapas: el “clásico” que son los 1000 años ó 10 siglos de esplendor que tuvo la gran ciudad de Teotihuacán, conocida por muchos como la “Ciudad de los Dioses”. En el centro de nuestro país, antes de la cultura teotihuacana está el “pre-clásico”, con importantes pueblos establecidos en ciudades como Cuicuilco y Copilco, así como los asentamientos Olmecas; y finalmente el “post-clásico”, donde México-Tenochtitlan, Tlatelolco y las increíbles urbes Mayas son esas joyas de nuestra cultura que lograron alcanzar tal nivel de evolución, que riñeron en poder y sofisticación con Roma o Grecia, del otro lado del océano.

Cuentan la leyenda y los códices que una de las trece tribus que emprendieron una audaz travesía desde el norte del continente americano hacia el centro, buscando mejores condiciones para la caza y el cultivo, eran los Aztecas, una etnia pequeña y pobre venida de Aztlán, un legendario emplazamiento del que se desconoce su ubicación exacta hasta nuestros días, pero donde aparentemente las bajas temperaturas y las dificultades que presentaba para la subsistencia obligaron a esta comunidad a emprender una excursión que les tomó varias décadas.

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El caso es que, en su trayecto hacia el sur la tribu Azteca, diezmada por el hambre y el cansancio, decide hacer una pausa en una árida región salpicada con curiosas colinas y estructuras cubiertas por la maleza. Al quitar la hierba descubrieron la más grande ciudad de Mesoamérica, abandonada 100 años antes de que los Aztecas pisaran esas tierras por razones aún desconocidas y en su momento de máximo esplendor: Teotihuacán.

Rápidamente descubren, no solamente la imponente Calzada de los Muertos con sus reminiscencias del antiguo y mágico Juego de Pelota, la gran Pirámide del Sol y la de la Luna, el Templo de Quetzalcoátl y la Casa de las Águilas, encuentran sobre todo una ciudad hyper moderna en plena edad de piedra con todos los servicios y comodidades; el hallazgo es tan sorprendente que la tribu Azteca se queda cerca de 20 años a vivir en las ruinas de Teotihuacán, con la única misión de tomar nota de todas las implementaciones urbanísticas y de ingeniería (y por supuesto plomería) que años después utilizarían en la construcción de su propia y poderosa urbe: México-Tenochtitlan, logrando ser la cultura dominante del Valle de México y de buena parte del continente durante 700 años, siendo conocidos ya no como Aztecas, sino como Mexicas.

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Todos los Teotihuacanos, sin importar su jerarquía social, religiosa o económica, tenían por derecho una casa de piedra con varias habitaciones: recámaras, sala de estar, cocina con fogón y lo más importante, baños con letrinas y sistemas de drenaje seco (moderado con cal) y agua corriente… fría y caliente. Así es, a través de un sofisticado y largo tendido de acueductos, los Teotihuacanos primero y los Mexicas después, lograron traer agua limpia y potable desde la nieve de las montañas o los mantos acuíferos de altura, para luego calentar parte de esa agua por medio de grandes calderos de piedra y leña, que abastecían los pozos y canales de servicio que alimentaban a toda la ciudad.

Desde nuestros orígenes, los fontaneros – ingenieros desarrollaron los mecanismos para acercar el agua limpia a las grandes metrópolis y al mismo tiempo prescindir de los desechos de manera higiénica y segura. Nada mal para un pueblo al que los conquistadores europeos llamaban “bárbaros”…

Durante la Edad Media aproximadamente el 25% de la población europea murió a causa de enfermedades como el cólera o la peste. Así es que, desde nuestros orígenes, los fontaneros e ingenieros buscaron y hallaron los sistemas y mecanismos para conseguir acercar el agua limpia a las grandes metrópolis y al mismo tiempo prescindir de los desechos de manera higiénica y segura. Nada mal para un pueblo al que los conquistadores europeos llamaban “bárbaros”…

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