Antecedentes de la técnica de recubrimiento automotriz

Con los primeros procedimientos de producción en masa, la tecnología de los recubrimientos de color tuvo que cambiar en poco tiempo. 

Al principio la técnica la realizaban auténticos pintores que aplicaban un barniz en la carrocería del vehículo, por medio de un cepillo. Después ese primer recubrimiento se alisaba y lijaba para luego aplicar un nuevo barniz, de tal modo que varias capas protegieran el exterior del automóvil. Sin embargo, esta técnica podía ocupar hasta 40 días de trabajo, sin mencionar que se aplicaba manualmente y exigía una gran experiencia por parte del aplicador.

Poco a poco, se ha innovado en las técnicas, reduciendo su tiempo de aplicación y maximizando su eficiencia como protector contra la corrosión y las condiciones ambientales. Asimismo, las tecnologías recientes han permitido una gran exactitud en los periodos de trabajo y también han incrementado en gran industria y a nivel mundial.

LOS AÑOS 20

En la actualidad ya podemos hablar de unos nuevos años 20, pero en esta ocasión nos centraremos en los del siglo pasado, cuando comenzaban las innovaciones para volver más eficiente el proceso de pintar un automóvil. Después de los modelos de Ford a principios de siglo XX las pinturas y los métodos de aplicación cambiaron para beneficiar la eficiencia y el tiempo que consumían.

De esta manera, surgieron los sprays y los esmaltes al horno que utilizaban resinas alquídicas. Las dos grandes ventajas de estas tecnologías involucraron la reducción del tiempo y la calidad del acabado. Por un lado disminuyó el tiempo de aplicación y el del secado, gracias a las pinturas en aerosol; por otra parte, la pintura quedaba más pareja en la superficie.

La tecnología de los aerosoles fue prioritaria durante al menos 20 años, pues se destacaban las grandes ventajas en el procedimiento y la efectividad de los resultados. Sin embargo, se combinaban con los esmaltes al horno, en los cuales se fueron modificando las resinas utilizadas en su elaboración. En 1923 se desarrollaron lacas de nitrocelulosa, que ofrecían una mayor gama de colores y mejoraban su aplicación con pistolas en aerosol.

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